Por la Dra. Regalena «Reggie» Melrose.

El porqué la pedagogía Waldorf funciona tiene que ver con cómo se desarrolla el cerebro y cómo funciona este de forma óptima mucho más de lo que Rudolf Steiner pudo conocer en su momento. Es cierto que el educador y fundador de la educación Waldorf teorizó de manera convincente sobre cómo los niños y las niñas pueden aprenden mejor, pero hasta que no se desarrollaron las IRM (Imagen por Resonancia Magnética) y otras tecnologías para medir el funcionamiento del cerebro, no había forma de probar o refutar ninguna de las teorías de Steiner, al menos no con el tipo de precisión y exactitud qué podemos hacer ahora. Una abrumadora evidencia generada en los últimos 20 años de investigación neurocientífica respalda ahora las teorías de Steiner, incluidos algunos de los puntos clave de la Educación Waldorf. Tres son los puntos que más me emocionan, tanto como madre de un estudiante de Waldorf como oradora internacional sobre el tema del aprendizaje, el comportamiento y el cerebro: holismo, juego y naturaleza.  La forma en la que el cerebro aprende de forma más efectiva ocurre cuando se dan tres circunstancias al mismo tiempo: todo el cerebro está involucrado en una actividad, las conexiones neuronales fundamentales están lo suficientemente desarrolladas y el cerebro se encuentra en un estado de excitación óptimo. Entender cómo se desarrolla el cerebro es esencial para comprender por qué estos tres aspectos son tan importantes para el éxito de cualquier programa educativo.

Aprendamos primero algunos fundamentos básicos del cerebro.

En primer lugar, el cerebro es «trino», es decir, tiene tres partes. Más importante aún es conocer que las tres partes no están completamente desarrolladas al nacer, como en su momento se creía. De hecho, solo una pequeña parte del cerebro de un recién nacido está “conectado” y listo para funcionar. Cuando se observa el cerebro de los recién nacidos con una resonancia magnética, la única parte del cerebro que está iluminada o activa es la parte más primitiva: el tronco encefálico, el cerebro sensor o «cerebro animal», como también se le llama. (Las pequeñas partes subdesarrolladas de las cortezas auditiva y visual son las únicas excepciones). Esta parte primaria del cerebro es responsable de nuestra experiencia de excitación y estrés. Es el encargado de gestionar nuestra respuesta de lucha o huida cuando es necesario. Me gusta llamarlo el «cerebro sensorial» porque solo habla el lenguaje de las sensaciones, es el único que de forma consistente permite que sobrevivamos. Si nos encontrásemos con un oso en el bosque, por ejemplo, nuestras palabras no nos salvarían, pero sí nuestros sentidos. La segunda y tercera parte de nuestro cerebro, el cerebro límbico (regulan las respuestas fisiológicas frente a los estímulos, es donde se encuentran los instintos humanos) y la neocorteza (área responsable de nuestra capacidad de razonamiento, del pensamiento lógico y la consciencia), respectivamente, solo comienzan a desarrollarse después del nacimiento. Este es un nuevo conocimiento crítico que proporciona una respuesta convincente a la larga y muy debatida cuestión de instinto versus experiencia. Ahora sabemos que debido a que solo usamos una parte muy pequeña de nuestro cerebro al nacer, el cerebro está literalmente modelado por las experiencias que tenemos al interactuar con el entorno. No es sino hasta los 3 o 4 meses de edad, cuando se activa la parte experiencial del cerebro, cuando los recién nacidos pueden expresar nuevos estados más allá de la angustia o la satisfacción, como lo hace el cerebro sensorial. A esta edad, los bebés pueden presentar una amplia gama de emociones, lo que muestra a un bebé más social. La tercera parte del cerebro, la neocorteza, cerebro pensante, comienza a desarrollarse después del cerebro límbico y sensible. Las indicaciones de esta maduración incluyen balbuceos entre los 6 y 9 meses, una primera palabra alrededor de la edad de 1 año, y 2 a 3 palabras encadenadas juntas a la edad de 2 años. Mientras que las sensaciones son el lenguaje del cerebro sensorial y los sentimientos son el lenguaje del cerebro límbico, el neocórtex habla el lenguaje de las palabras y media en todo lo que la mayoría de los educadores valoran. Por ejemplo, el neocórtex actúa en el control de los impulsos, la capacidad de planificar con antelación, organizar y comprender que una elección ahora puede tener consecuencias más adelante. La empatía por los demás también está intervenida por la neocorteza, al igual que las habilidades para usar la lógica y la razón. Pensamos y analizamos con nuestra neocorteza y, por supuesto, entendemos y utilizamos tanto el lenguaje verbal receptivo como el expresivo. La neocorteza es la que controla las funciones del hemisferio izquierdo, mientras que las partes del cerebro que “sienten” controlan las funciones del hemisferio derecho. El cerebro funciona de forma óptima cuando todas sus partes están igualmente desarrolladas, valoradas y comprometidas. Éste es el motivo por el qué la educación Waldorf funciona, porque une todas las partes.

El enfoque de Steiner hacia la educación fue por tanto holístico, pues identificó que nuestros sentidos, sentimientos y conocimiento deben participar de forma activa en cada etapa del desarrollo si queremos que los estudiantes mantengan, a largo plazo, una alegría y amor por el aprendizaje. Los educadores Waldorf no cometen el mismo error cometido por otros modelos de educación más tradicionales y convencionales, ya que no sobrevaloran el desarrollo de la neocorteza y el cerebro izquierdo, excluyendo al cerebro derecho, que siente profundamente. No inicia el aprendizaje académico a una edad demasiado temprana, donde el cerebro no está preparado, pues la neocorteza no está todavía suficientemente desarrollada. (¡La neocorteza no está completamente desarrollada hasta que alcanzamos entre los 20 o 30 años!). En cambio, lo que los educadores Waldorf hacen con éxito es involucrar y nutrir las partes del cerebro que perciben y sienten, aquellas a las que niños y niñas pueden acceder con facilidad, y esperan a que las conexiones neuronales fundamentales para el aprendizaje académico estén sólidamente establecidas.

Permítanme expandirme: ahora saben que el cerebro se desarrolla de manera jerárquica de más a menos primitivo, de lo animal a lo más humano. Lo que esto significa es que el desarrollo saludable del neocórtex más sofisticado DEPENDE del desarrollo óptimo del cerebro sensible y límbico que DEPENDE a su vez del desarrollo saludable del cerebro sensorial. El problema con los modelos educativos convencionales es que quieren que el cerebro camine antes de que pueda gatear. Bueno, seamos precisos: la mayoría de los sistemas escolares de hoy en día quieren que los niños y las niñas corran antes de que puedan gatear. Nos encontramos con padres orgullosos que dicen: “¡Mi hijo caminaba a los 9 meses! ¡Ni siquiera necesitó gatear, solo se levantó y se fue! ¿No es genial?” Y lo que quiero decir es: “¡No! ¡Eso no es genial! ¡Échale al suelo! y ¡Hazle gatear!” Esta podría parecer una reacción exagerada, pero lo cierto es que se basa en un sólido conocimiento de que cada etapa de desarrollo es esencial para la siguiente, consolidando una base neuronal para lo etapa que está por venir. Nuestros hijos e hijas necesitan tiempo suficiente y práctica para pasar de una habilidad a otra. Esto no está sucediendo en suficientes escuelas de todo el país, pero sí está sucediendo en las escuelas Waldorf.

La importancia del juego

Utiliza como ejemplo el juego. Desde que los niños y las niñas comienzan la etapa educativa en una escuela Waldorf, él o ella reciben apoyo para jugar en una variedad de formas y entornos diferentes durante todo el día escolar. Steiner sabía que el juego es una base inestimable para cualquier tipo de crecimiento humano saludable, incluido el progreso académico. Y seamos claros sobre a qué tipo de juego nos referimos. Es el que el Dr. David Elkind llama «la forma más pura de juego: el tipo desestructurado, [espontáneo], motivado, imaginativo e independiente, donde los niños y las niñas inician sus propios juegos e incluso inventan sus propias reglas». Esta forma de jugar, nos advierte, está desapareciendo de nuestros hogares, escuelas y vecindarios a un ritmo alarmante con un elevado coste para la salud, el bienestar y los logros de nuestros hijos. Numerosos estudios han demostrado que el juego en cada etapa del desarrollo mejora el coeficiente intelectual, el funcionamiento socioemocional, el aprendizaje y el rendimiento académico. Los resultados de varios estudios realizados durante un período de 4 años encontraron que pasar un tercio del día escolar en educación física, arte y música mejora no solo la condición física, sino también la actitud hacia el aprendizaje y las notas de las pruebas, según el Dr. Elkind. Además, cuando se comparó el desempeño de los niños y las niñas que asistieron a actividades preescolares académicas con el desempeño de aquellos y aquellas que asistieron a actividades preescolares orientadas al juego, los resultados no mostraron ninguna ventaja con respecto al rendimiento de lectura y matemáticas para los «niños académicos», pero sin embargo si mostraron que “los niños académicos” tenían niveles más altos de ansiedad ante los exámenes, eran menos creativos y tenían mayores actitudes negativas hacia la escuela que los «niños que juegan». Éste es precisamente el punto clave que falta en la cultura educativa actual impulsada exclusivamente por los logros. Se ha creado un mito donde «más es igual a mejor», que promueve que más tiempo dedicado a las tareas académicas, y cuanto más temprano mejor, aumentará el rendimiento educativo de nuestros hijos, Pero la realidad es que ¡Lo está disminuyendo! Reducir el tiempo de las Artes, la actividad física y la naturaleza, para que nuestros hijos puedan pasar más tiempo leyendo, escribiendo y haciendo aritmética no es la solución. En realidad, éste es el problema. Nuestros niños y nuestras niñas se están agotando y abandonando los estudios en tasas alarmantes no solo porque más no es igual a mejor, sino porque también los está agotando.

El cerebro funciona mejor solo cuando está en un estado óptimo de excitación.

Nuestros niños y nuestras niñas no pueden asistir, escuchar, procesar información, retener o desempeñarse correctamente cuando están en estado sub o sobreexcitado. Abrumarlos/as es lo que está causa estos estados extremos. Cuando hacemos que los niños y las niñas están expuestos y participen en actividades académicas y juegos organizados antes de que su cerebro esté preparado, el estrés prematuro y a menudo prolongado que experimentan puede agotarlos, apagarlos. Los y las docentes de todo Estados Unidos y Canadá me dicen que lo ven «al inicio del tercer grado», demasiados de sus estudiantes dicen «estar sin energía «. La alegría, la curiosidad y la maravilla que son esenciales para el proceso de aprendizaje se ven saturados por un exceso de actividad. Mientras que actualmente el sistema educativo tradicional se enfoca casi exclusivamente en lo académico (la mayor parte de la función del cerebro izquierdo), los y las docentes Waldorf se centran en trabajar con todo el cerebro, haciendo hincapié también en el hemisferio derecho durante cada etapa del desarrollo. Steiner solo pudo haber observado y, por lo tanto, planteado la hipótesis de que esto mantiene a nuestros hijos en la zona óptima de excitación, donde todo el aprendizaje y el comportamiento adaptativo es posible.  Ahora sabemos, con los hallazgos científicos actuales, que Steiner tenía razón. Aprovechar los dones sensoriales del hemisferio derecho proporciona el «flujo» necesario para una maratón de logros, no solo para un “sprint”.

Ahora que hemos descubierto la importancia del juego y una visión holística del proceso de aprendizaje, consideremos ahora el valor de la naturaleza. Es un hecho el papel que juega el lado izquierdo del cerebro en el proceso educativo, puesto que el aprendizaje casi siempre implica un proceso verbal y analítico. Lo que no está tan asumido, es la importancia de la estimulación y el papel del cerebro derecho durante este proceso. Las funciones del hemisferio derecho de alguna manera se han considerado menos importantes para el éxito final de nuestros hijos, al menos “éxito” tal y como la define la mayoría en los EE. UU. El sistema actual está fomentando que nuestros cuerpos se muevan menos y nuestras mentes corran más. Se ha reducido no solo el tiempo de recreo y la educación física, sino también cualquier actividad creativa como el teatro, la música y las bellas artes, todos los cuales contribuyen de forma importante para un correcto funcionamiento del cerebro, la consecución de objetivos y el éxito, sin importar cómo este se defina.

¿Qué tiene que ver la naturaleza con ella?

Según la neurociencia, mucho: nada estimula y activa el cerebro derecho con más fuerza, y, por tanto, nada nos mantiene en la zona óptima de excitación mejor que la naturaleza. Recuerda, que la zona óptima de excitación, cuando la ansiedad no es ni muy alta ni muy baja, es el único estado fisiológico dentro del cual es posible el aprendizaje y el comportamiento adaptativo completo. La naturaleza favorece bellamente este estado. Según años de investigación, recopilados recientemente por la Dra. Eeva Karjalainen, los entornos verdes naturales reducen el estrés, mejoran el estado de ánimo, reducen la ira y la agresividad, aumentan la felicidad general e incluso fortalecen nuestro sistema inmunológico. La naturaleza es un antídoto valioso para los aumentos de estrés, angustia, agotamiento y abandono que estamos presenciando en el sistema educativo actual. La falta de exposición a la naturaleza causa un estado tan perjudicial para el cerebro, y es tan generalizado hoy en día que tenemos hasta un nombre específico para él: «Trastorno por déficit de la naturaleza». La Dra. Karjalainen informa que «después de situaciones estresantes o que requieren concentración», la recuperación en entornos urbanos no es tan buena como hacerlo en entornos naturales. Cuando experimentamos la naturaleza, nuestra presión arterial, frecuencia cardíaca, tensión muscular y nivel de hormonas del estrés disminuyen más rápido que cuando nos encontramos en entornos urbanos. En los niños y las niñas en particular, sabemos que los síntomas del TDAH se reducen cuando se les da la oportunidad de jugar en entornos verdes.

Como madre, no puedo imaginar a ningún padre que no quiera estos beneficios para sus hijos. Tampoco puedo imaginar que los progenitores y educadores una vez conozcan los resultados de las investigaciones que indican el camino hacia el óptimo funcionamiento del cerebro, acepten el actual sistema educativo. La alternativa Waldorf existe y estoy muy agradecida por ello. Animo a todas las familias a que investigan sobre esto y que lo tomen en consideración para sus hijos. Sin embargo, también soy consciente de que no todas las familias tienen acceso a una escuela Waldorf ya sea por razones financieras, geográficas u otras. Para ellos, y en realidad para todos nosotros, lanzo un mensaje adicional, que votemos, hagamos una petición, escribamos cartas, hagamos llamadas, y luchemos para asegurarnos de que la futura reforma del sistema educativo se base en los valiosos hallazgos neurocientíficos de los últimos 20 años. Debemos exigir cambios respaldados por una ciencia sólida, basada en los hallazgos sobre cómo conseguir que el cerebro funciona de forma óptima, no solo a corto plazo, sino también a largo plazo.

 

La Dra. Regalena «Reggie» Melrose es una psicóloga escolar certificada con casi 20 años de experiencia trabajando con niños, niñas y adolescentes en escuelas, y en clínicas privadas. Es autora de varios libros, entre ellos, «Usted puede curar a su hijo: una guía para padres de niños mal diagnosticados, estresados, traumatizados y de otra manera incomprendidos», y el innovador “¿Por qué los estudiantes no rinden: lo que los educadores y los padres pueden hacer al respecto?” La Dra. Melrose es una oradora internacional sobre los efectos del estrés y los traumas en el cerebro, el aprendizaje y el comportamiento, y mantiene una clínica para curar los efectos del estrés y los traumas en niños, niñas, adolescentes y adultos, en Long Beach, CA. www.drmelrose.com.

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